Foto por Gage Skidmore.
"Es como ser dueño de un periódico, pero sin las pérdidas...", se dice que dijo el año pasado el candidato republicano Donald Trump refiriéndose a Twitter. Y no está lejos de la verdad: Twitter, Instagram, Youtube... todos han probado ser claves para las aspiraciones de Trump y de paso también parecieran comprobar la famosa frase de Umberto Eco: "Las redes sociales dan voz a legiones de idiotas".
Ahora bien, muchas veces usamos la frase del señor Eco para atacar las plataformas pero olvidamos que detrás de las herramientas están los idiotas, o en este caso: los paranoicos.
En uno de sus ensayos más famosos, Richard Hofstader describió en 1964 lo que definió como "El estilo paranoico de la política americana". Los grandes movimientos históricos (no sólo en Estados Unidos) siempre sido motivados por la paranoia: Hacia el comunismo, la iglesia, los bancos, las razas, el estado, el pueblo, las empresas, el intelectualismo, los masones... los inmigrantes. Y no siempre son argumentos arbitrarios o lunáticos, muchas veces vienen con pruebas, historias, cifras y estadísticas. Charlie Stross hace un buen trabajo de poner el pensamiento de Hofstader en el contexto de la política gringa del 2016.
Lo que las nuevas plataformas hacen es potenciar esta paranoia. Y si le sumamos a esta un joven experto que entiende muy bien como aprovechar los nuevos medios de amplificación, los resultados no se hacen esperar.
Pero mi conclusión no pretende ser política. Todo esto me ha puesto a pensar en nuestra responsabilidad sobre las herramientas y en cómo luchar contra la paranoia... y la idiotez. Manejar bien o no manejar bien las redes sociales es cuestión de habilidad. Lidiar con su influencia y consecuencia es cuestión de carácter.
La respuesta contra la paranoia bien podría ser la humildad (en palabras de Susan Sontag):
"La naturaleza de nuestro juicio moral depende de nuestra capacidad para prestar atención [...] Pero quizás el comienzo de la sabiduría y la humildad es reconocer y agachar nuestra cabeza ante el pensamiento, el devastador pensamiento de la simultaneidad de todo, y la incapacidad de nuestra comprensión moral" (Vía Brain Pickings)
Como "dueños de nuestros propios periódicos" es fácil convertir nuestras plataformas sociales en canales de egocentrismo, esgrimiendo nuestros argumentos con la misma soberbia que Trump y dejando poco espacio al diálogo, la profundidad y el contexto. Siempre hay que decir algo. Siempre hay que opinar. Siempre hay que quedar como el ganador de cualquier discusión sin importancia.
Las elecciones en el norte nos van a dejar muchas lecciones (por eso estamos tan atentos), pero la más grande está en aprender rápidamente que la responsabilidad ética y moral debería estar tan a la mano como las plataformas. La culpa no es de "las redes" ni tampoco de Trump. Los idiotas de Eco y los paranoicos de Hofstader somos todos nosotros... y bien nos vendría un poco de humildad para este 2016.
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